El señor Joan Fontrodona, en su artículo de hoy en El País sobre “El mito dela democracia participativa” menciona el elocuente y simpático ejemplo del comandante de avión. No obstante, no sé si
inconsciente o intencionadamente parte de unas premisas muy sesgadas.
Asume que la democracia es siempre delegada y no
representativa, es decir, cuando un cargo político es elegido se le otorga la
confianza para que a partir de ese momento, aplique en la gestión de lo público preferentemente
sus criterios personales. En la democracia representativa, el cargo político
transmite y actúa representando a las bases que le han elegido, nunca aplicando
sus criterios personales. Por defecto, nuestro modelo democrático, aplica el
sistema delegado. Señor Fontrodona, yo no pago a un político para que tome las
decisiones por mí, sino para que tenga en cuenta mi visión sobre la cosas y las
incorpore a su forma de gestionar.
La consideración de todos puntos de vista es lo que lo que proporciona la información y los
criterios necesarios para tomar
decisiones adecuadas. Es
imposible que toda esa información la tenga , por ser cargo público, una sola
persona o un equipo reducido.
Al cargo político no se le exige ningún conocimiento ni
acreditación específica sobre su capacidad de gestión de lo público. Es una de
las pocas ocupaciones profesionales para las que no se pide ningún tipo de
cualificación. Son solo los criterios y batallas internas de los partidos, las
que deciden la lista de candidatos. Por otra parte, entre sus bases o votantes
sí habrá ciudadanos suficientemente cualificados en multitud de disciplinas.
La democracia participativa, al igual que los modelos de
gestión participativos en las Organizaciones,
no son una moda ni demagogia populista, sino un intento de mejorar la eficacia y
eficiencia en la toma de decisiones y
aumentar la satisfacción e implicación de las personas en cada uno de los ámbitos
sobre los que actúe.
Volviendo al ejemplo del comandante de avión, tal vez el Sr.
Fontrodona se sentiría más tranquilo si oyera por la megafonía:
“Señores pasajeros, soy soldador y hoy me he levantado con una
conjuntivitis muy severa que me impide ver con claridad, pero como comandante
de este avión, asumo toda la responsabilidad y espero que consigamos aterrizar
sin problemas. Ruego que nadie entre en la cabina para guiarme porque si me han
escogido como piloto, lo soy con todas sus consecuencias”.