La fábrica de burbujas

Una reciente conversación con un cargo político me ha hecho recordar la facilidad con la que las personas perdemos la conexión con los problemas reales de sociedad y la capacidad de escuchar. Seguramente a la mayoría nos ocurriría lo mismo.

Si nuestra honestidad y valores no los tenemos a “prueba de bombas”. Si la voluntad está más orientada a satisfacer los interesas políticos y/o vanidades personales. Si nuestro entorno no es exigente ni está pendiente de cómo se ejerce la gestión de “lo público”, surgirán irremediablemente las motivaciones naturales (el placer por el ejercicio del poder, el abandono de las aptitudes y capacidad de trabajo y su sustitución por la actividad justificativa y la imagen).

Lo que se percibe como práctica habitual en la política se reproduce de un modo parecido en las organizaciones. Y este es caldo de cultivo de “las burbujas”. Percibo que nuestra sociedad está llena de burbujas más allá de la inmobiliaria. Espero que esta tesis no coincida demasiado con la última  sentencia de D. José María Aznar  “España está intervenida de hecho”

Falta actividad real, actividad que genere valor. Faltan acciones con efectos que responden inequívocamente a causas. Falta voluntad, honestidad y conexión con los problemas reales. Faltan capacidades en los que ejercen responsabilidades y sobre todo, falta interés por controlar, exigir y reprobar a nuestros gestores.

¿Consideran que mi percepción es absolutamente negativa, fatalista o sencillamente ignorante? Es posible, pero los ingredientes necesarios para superar este escenario también considero que son abundantes, baratos y de producción nacional; voluntad, implicación, actitudes y aptitudes.

Aunque no creo en la sentencia tan habitual y malintencionada en las empresas de “ninguna crítica sin propuesta de solución” en este caso puedo aportar una solución.