El retorno de la I+D+i…cuando llegan las elecciones


Albert Einstein dijo: “Si  tuviera una hora para resolver un problema, y mi vida dependiera de la solución, gastaría los primeros 55 minutos en determinar la pregunta apropiada, porque una vez conociera la pregunta correcta, podría resolver el problema en menos de cinco minutos”.

Creo que la anécdota ilustra la importancia de analizar un problema o un reto partiendo de las preguntas que mejor permiten llegar a la raíz de las causas del problema o del reto. Por eso también, la eterna cuestión sobre si hay más preguntas o respuestas. Tengo que sensación de que en las organizaciones siempre vamos directamente a plantear multitud de respuestas o propuestas de solución sin un análisis exhaustivo del problema y sus causas, ambos elementos muy relacionados con las preguntas apropiadas.

Se intuye, y posiblemente los datos refuerzan la percepción, que no amortizamos como la suficiencia que sería de esperar, la inversión en I+D+i. Y si no extraemos de la I+D+i el valor que se espera de ella, se apunta directamente a los agentes de I+D+i. Y esto nos va llevando a hablar de mediocridad de los Centros, de falta de excelencia, de falta de talento, de reducir la inversión, de la falta de correlación entre inversión en I+D+i y rentabilidad, etc. Y así podemos terminar actuando en un espacio totalmente alejado de los problemas y causas reales.

Seguramente, la mayoría de los que trabajamos en I+D+i no somos excelentes pero tampoco por ello somos mediocres. Considero que como la mayoría de las personas y de las organizaciones, estamos en una posición intermedia entre la excelencia y la mediocridad, haciendo un trabajo riguroso, honesto, muchas veces brillante, aunque a veces también nos equivoquemos. Lo que todos intentamos ser, con las capacidades disponibles, es eficaces y eficientes. Y creo que transmitirlo así, nos aporta a los que hacemos el trabajo, más credibilidad que abusar del término “excelencia”.

Existe la percepción de que hay agentes Tecnológicos que solo sirven para consumir dinero público, impidiendo que nuestro tejido empresarial mejore al tiempo que perjudica el desarrollo de otros agentes “no subvencionados” más especializados. Tal y como se describen, parece que sus empleados  (científicos, tecnólogos y personal de apoyo) hacen como que trabajan porque sus ingresos y por tanto sus sueldos, ya los tienen asegurados. Con seguridad, desde dentro no se percibirá así.

Considero que es importante diferenciar entre la mediocridad de los profesionales de la I+D+i y las deficiencias en: 
  • Los modelos de gestión de dichos Centros y la tutela poco implicada que ejercen sus patronos o Consejos de Administración 
  • El diseño de los programas y otros instrumentos públicos para incentivar la R+D+i 
  • La promoción  y financiación temporal de infraestructuras tecnológicas basadas en criterios de clientelismo político o “tacticismo” electoral
Por otra parte, creo que no responde a la realidad esa idea extendida de que las empresas sabrían utilizar con más eficacia y eficiencia esos recursos públicos. La experiencia diaria me demuestra que los Agentes Tecnológicos dedicamos a I+D+i un porcentaje mucho más alto del dinero “público competitivo” recibido, que las empresas, sus centros tecnológicos o los centros y agentes adscritos a Clusters y Asociaciones empresariales.

Muchas empresas ya saben con quienes tienen que contactar en los Centros Tecnológicos, quienes resuelven problemas o aportan nuevos enfoques, quienes comparten su networking, etc. Las que no lo saben o no se preocupan por saberlo, pueden quedar enredadas en esa maraña de actividad corporativa tan fotogénica como ineficiente.