La I+D+i ¿Una actividad de alto valor añadido?

El fomento de la I+D+i parece estar íntimamente ligado a la subvención. El tejido empresarial entiende, tras una somera explicación, que innovar es bueno para su negocio y por extensión para todo el país. Una vez entendido esto, parece obligado subvencionar total o parcialmente esa actividad. Y ¿Por qué?. ¿Por qué hay que financiar la I+D+i de las empresas? ¿Es la I+D+i un gasto o una inversión? ¿El riesgo de no amortizar la inversión se debe a la calidad con la que se ejecuta la actividad de I+D+i o a la propia naturaleza de la misma? La ejecución de la I+D+i se ha convertido en una actividad protegida y por tanto no competitiva. Cuando la I+D+i es subvencionada, el rigor de las líneas de investigación que se plantean y la calidad con la que se ejecutan puede no ser muy elevada. Al fin y al cabo somos seres humanos con nuestras grandezas y miserias. Por supuesto la empresas prefieren que esta actividad se subvencione y naturalmente los agentes tecnológicos también pero, es estas condiciones ¿Cuántos retornos genera ese gasto público? Existen temáticas de I+D que responden a necesidades sociales, no directamente empresariales, que necesariamente deben ser financiadas por las administraciones. Igualmente la sensibilización, difusión, dinamización y calidad en la gestión y ejecución de la I+D+i es un tema estratégico para un país que seguramente no van a pagar las empresa. ¿Por qué la I+D+i, teóricamente de tan alto valor añadido, se infravalora hasta el punto de ser convertida en una actividad que si no es pagada total o parcialmente, el usuario no la adquiere?

Ciencia e Innovación : ahora más que nunca

Desde hace un año, y especialmente desde el pasado mes de septiembre, el estado de nuestra economía y las predicciones sobre su futura evolución han llevado a asumir niveles de incertidumbre que hubieran sido impensables unos meses atrás. Sentimos el desempleo como nuestra principal amenaza, pero también miramos con recelo la caída abrupta de la actividad empresarial y las consecuencias del estrangulamiento crediticio. Hay además quien argumenta que la economía española, debido a características estructurales subyacentes, se puede ver especialmente lastrada para superar la actual situación. El pasado lunes 16 pudimos escuchar al premio Nobel Paul Krugman dentro de la jornada Innovae: la innovación como solución, organizada por el Ministerio de Ciencia e Innovación. Su diagnóstico pesimista sobre la evolución de la economía ha hecho que algunos insistan en que la recesión tendrá un impacto más negativo en España que en otras economías más deterioradas, como la británica y la estadounidense. Por mi parte, creo que, más que lamentarnos por los problemas, es hora de trabajar en las soluciones. De las palabras del premio Nobel me quedo, en primer lugar, con una evidencia: la arquitectura de nuestro sistema productivo está debilitada -más que por el excesivo peso del sector inmobiliario o la dependencia del sector exterior- por la lenta evolución de la productividad que nuestra economía ha registrado en las dos últimas décadas, creciendo menos que la de países de nuestro entorno. Y me quedo también con otra idea apuntada por Krugman en la que quiero centrar mi reflexión: para combatir esta debilidad es preciso seguir apostando por la innovación. Es más, creo que España cuenta con capacidades de innovación -muchas de ellas bien recientes- que es posible capitalizar para salir reforzados de la crisis. Analizar las causas de nuestro diferencial de productividad supera el alcance de esta tribuna, pero basta una breve reflexión para sacar conclusiones en función de una política científica y de innovación. Siendo la productividad un cociente entre el valor añadido bruto y el coste total de los factores -capital y trabajo-, la primera de las opciones para aumentar la productividad es reducir el denominador, es decir, controlar el coste de los salarios. Ante esa vía, el presidente del Gobierno fue tajante en su intervención en la jornada Innovae: no saldremos de la crisis debilitando las políticas sociales, sino reforzando el modelo productivo. La pregunta es: ¿cómo hacerlo? Podemos preguntarnos por qué nuestra economía no ha sido capaz de incrementar el valor añadido bruto de su producción, al menos, al mismo ritmo que lo ha hecho el coste de la mano de obra. La respuesta es nítida: porque hasta hace unos pocos años no hemos invertido, de una forma sistemática, en innovación. Ahora bien, para que haya innovación es necesario que exista la capacidad de producirla, lo que está ligado al nivel de capital humano y tecnológico y al esfuerzo en I+D. En ambos casos se trata de variables cuyos resultados no son inmediatos, ni siquiera cuando se incrementan súbitamente los recursos, entre otras razones, porque las capacidades y estructuras que permiten absorber este conocimiento no pueden generarse de forma repentina. La buena noticia es que las cosas están cambiando en los últimos años. Hoy contamos con un potencial científico y tecnológico que podemos poner en valor: éste es uno de los pilares sobre los que construir el cambio de modelo productivo. Nos encontramos, de hecho, ante una oportunidad única en nuestra historia económica. La población activa de la España de hoy está integrada por las generaciones mejor formadas de nuestra historia, situándonos por encima de la media de los países de la OCDE en lo que se refiere al nivel de formación del que disfrutan los jóvenes de entre 24 y 35 años; un indicador que nos permite ocupar un destacado octavo lugar en las clasificaciones internacionales. Además, nuestra producción científica ha experimentado un gran dinamismo -crece cuatro veces más rápido que la media de la producción internacional- y disponemos de un stock de conocimientos que es necesario poner en valor. España es hoy la décima potencia mundial en producción científica y cuenta con un porcentaje de investigadores por cada mil habitantes que está en la media europea. Simultáneamente, el esfuerzo de la Administración General del Estado ha permitido multiplicar por 2,9 el gasto público en investigación, desarrollo tecnológico e innovación desde 2004. A ello se suman distintas acciones de carácter transversal destinadas a fomentar la innovación, como es el caso de los incentivos fiscales a las inversiones empresariales en I+D, que se mantienen más allá del año 2011 y que figuran entre los más favorables del entorno de la OCDE. Con todo, la tarea a la que nos enfrentamos no es fácil y requiere una enorme capacidad de liderazgo por parte de las Administraciones Públicas, del sector privado y, sobre todo, de un esfuerzo colectivo que sólo es comparable, en nuestra historia reciente, al esfuerzo realizado a finales de los años setenta. Hoy, 30 años después, el desafío de la sociedad española es iniciar su transición hacia una economía basada en el conocimiento. La presente recesión económica, además de problemas, nos ha traído algo positivo: ha puesto de relieve que dicho cambio es ineludible e inaplazable. La pregunta, por tanto, no es si podemos. La pregunta es si queremos, si la sociedad española está dispuesta y quiere realmente emprender este proceso de transformación, porque los países que no saben o no quieren sacrificar lo urgente por lo importante están abocados al fracaso. En este proceso, todos tenemos parte de responsabilidad. Desde el Ministerio hemos tratado de responder a esta pregunta a través de dos ejes de acción: el fortalecimiento del sistema español de ciencia y tecnología y el diseño de los necesarios procesos de modernización y reforma. En cuanto al fortalecimiento, no se trata sólo de invertir más en I+D, sino de invertir mejor: focalizando los recursos sobre las bases de una estrategia compartida con las Administraciones autonómicas. Dos buenos ejemplos de este enfoque son el Mapa de Infraestructuras Científicas y Tecnológicas Singulares -laboratorios de gran envergadura que compiten en el espacio europeo de investigación- y la creación de los Institutos de Investigación Sanitaria, orientados a valorizar el conocimiento acumulado en el sistema sanitario y de investigación biomédica, potenciando su conversión en prácticas que reviertan directamente en la salud de nuestros ciudadanos. El proyecto de modernización y de reforma, por su parte, tiene su reflejo más visible en nuestra Estrategia Universidad 2015 y en la nueva Ley de Ciencia y Tecnología, cuyo proyecto enviaremos a las Cortes en los próximos meses. La Estrategia Universidad 2015 -cuyo despliegue corre parejo al proceso de Bolonia- apuesta por una universidad de futuro, abierta y competitiva, en la que los estudiantes desarrollan su ciclo formativo en distintos centros de Europa; por unos campus universitarios que sean espacios en los que institutos universitarios, laboratorios y empresas cooperen en torno a proyectos ambiciosos que conecten las fortalezas de cada territorio con las oportunidades internacionales. La nueva ley, por su parte, acometerá reformas largamente postergadas en nuestras instituciones de investigación para que sean más eficientes, abiertas y competitivas: con más capacidad para atraer y retener a los mejores investigadores, con menos barreras para la cooperación entre el sector público y el privado. También las empresas encontrarán en la nueva ley un instrumento para hacer de la I+D una actividad sistemática, en la medida en que nos dotaremos de más estabilidad y unas reglas más claras, flexibilizando las relaciones entre centros de ciencia y empresas. En definitiva, el debate sobre la crisis y la baja tasa de productividad nos lleva a centrar los esfuerzos en las políticas de ciencia e innovación. Basta aprovechar las tres claves del éxito: unas capacidades científicas e innovadoras sin precedentes, las oportunidades abiertas por el proceso de modernización universitaria y de reforma del marco legal y -quizá lo más importante- el consenso de todos los agentes sociales, económicos y de los grupos políticos. Un consenso, difícil de encontrar en otros ámbitos de la vida pública, que apuesta por la universidad, la ciencia y la innovación como base para el cambio de nuestro modelo productivo. Se trata de una oportunidad que no podemos permitirnos dejar pasar. No somos ingenuos, sabemos que el momento es difícil, pero no hay cuestión más urgente que la propia supervivencia. Además, el 2009 no sólo es el año de la crisis, también es el Año Europeo de la Creatividad y la Innovación. ¿Lo intentamos? 22/03/2009 -"El País"- TRIBUNA: Laboratorio de ideas CRISTINA GARMENDIA MENDIZÁBAL (Ministra de Ciencia e Innovación)

Más sobre mágia e innovación... cuando faltan las ideas

Foro 'Innovae' Zapatero apuesta por la innovación en todos los sectores para salir de la crisis El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, apostó hoy por la innovación para salir de la actual crisis económica, tanto en los sectores de futuro -energías renovables, tecnologías de la información y la comunicación, biotecnología y salud y aeronáutica y astronáutica- como en los tradicionales -turismo, agroalimentación y construcción-. Ep - Madrid "Cinco Días" - 16/03/2009 "Innovar en la situación económica mundial es más necesario y útil que nunca en todos los sectores de la actividad productiva", dijo durante su intervención en el foro 'Innovae', en el que participó juntó a la ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia. En este sentido, precisó que el objetivo del Gobierno para afrontar la actual coyuntura es que la economía española "en su conjunto" sea una economía innovadora. Así, el jefe del Ejecutivo señaló como prioridades la creación de un entorno económico y administrativo propicio para la innovación en el sector empresarial, el fomento de la I+D+i en sectores estratégicos como la salud, las energías renovables y la lucha contra el cambio climático, y la modernización del sistema de investigación y desarrollo mediante una nueva Ley de Ciencia, la Estrategia Universidad 2015 y un nuevo modelo de formación profesional.

La industria española del automóvil no va a sobrevivir

Pankaj Ghemawat asegura que el mundo no está globalizado. "Hablemos, como mucho, de semiglobalización", dice. Pero bromea y lamenta con ironía que su trayectoria no le sirva de ejemplo. Nacido en India, se doctoró en Harvard y actualmente es profesor de la escuela de negocios IESE en Barcelona, aunque nos recibe en Madrid, donde prepara unas conferencias. Aporta nuevos datos sobre cómo replantear el comercio entre comunidades autónomas.

La transición industrial

Publicado en Expansión el 16-03-2009 , por Miguel Valverde La ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia, sostiene que, en medio de la preocupante situación que está generando la recesión, tal vez sea ésta una excelente oportunidad para empezar a cambiar de una vez las estructuras de la economía española. Garmendia recalca que era una cuestión de tiempo que estallase un tejido productivo basado fundamentalmente en actividades de mano de obra intensiva y de baja cualificación, como la construcción y el sector inmobiliario, a los que cabe añadir el turismo y sus aledaños, así como el amplio sector de actividades auxiliares de las empresas. La ministra defiende que ha llegado el momento de hacer una nueva transición económica, como las que, en los años ochenta, dejaron atrás un tejido industrial obsoleto y propio de un país aislado, como había sido España hasta entonces, o ya en la década de los noventa, privatizaron buena parte de las grandes empresas públicas. La ministra tiene razón, porque, tal vez, al mismo tiempo que se desarrolla la recesión es posible que hayamos entrado en un largo periodo de transformación de todo el tejido económico que debería reorientarse hacia la inversión tecnológica, la industria y el convencimiento de que España no debe resignarse a ser un país de servicios para los jubilados del norte de Europa, ni a esperar, que una vez deteriorados sus paisajes, su patrimonio histórico y natural, los operadores turísticos decidan reorientar su clientela hacia destinos menos explotados y más baratos. Los últimos datos comparados de desempleo de la OCDE son una demostración clara de lo que ha sido la economía española en los últimos años. La tasa de paro, situada en el 14,8% de la población activa, es, con diferencia, la más elevada del mundo desarrollado. La segunda es la de Eslovaquia, con el 9,8%, y no les cuento la diferencia de España respecto a economías tan próximas como Alemania, Francia o el Reino Unido. Incluso, en el actual proceso de destrucción de empleo, las diferencias en el nivel de paro entre España y el resto de países de la OCDE van en aumento, porque, en términos comparados, nuestro desempleo está creciendo un 5,8% interanual. No cabe ninguna duda de que el origen de este desastre está en la contaminación que sobre el resto de la economía ha producido la caída de la construcción, como un gigantesco juego de dominó, alimentado por la crisis del sector financiero. Sólo hay un país, como Irlanda, que se acerca a España en la siniestra clasificación del crecimiento del desempleo, con un 4,1%, en tasa interanual, y que, curiosamente, también tenía buena parte de su economía basada en la construcción. En fin, la tasa de paro de España duplica, o casi, la media de la propia OCDE, con un 6,9% de la población activa; de la zona del euro, con un 8,2%, o de la Unión Europea, con un 7,6%. Por todas estas razones, y porque podemos estar ante el fin de un modelo y el comienzo de una larga transición los debates industriales sobre la presencia española en el consorcio aeronáutico europeo EADS, la difícil situación de General Motors con plantas en media Europa y, por supuesto, en España, o, por extensión, sobre el futuro del sector nacional del automóvil, son extraordinariamente preocupantes. No sólo está en juego el futuro de miles de puestos de trabajo, de comarcas y hasta de provincias enteras, sino también la consolidación del modelo hacia el que deberíamos ir en el futuro. No hay devaluaciones de la moneda que valgan ni rebajas posibles –ni deseables– de los niveles de protección social para competir. Sólo le queda a España acertar con su política industrial, las reformas necesarias y el impulso a la innovación y a la mejora del producto. En estos momentos en los que toda Europa y el conjunto del mundo desarrollado está creando políticas proteccionistas conviene estar muy atento a las maniobras de nuestros socios para no perder presencia en los consorcios industriales, como ha estado a punto de ocurrir en EADS, con la división militar, o las políticas de ayudas públicas, aprovechando que, debido a la recesión, Bruselas insinúa que puede mirar hacia otro lado mientras dure la recesión.