Pensar a lo grande


¿Qué se entiende por "pensar a lo grande" en el ámbito de la Innovación Tecnológica?

En demasiadas ocasiones se interpreta como participar en grandes proyectos, con grandes presupuestos, con grandes consorcios coordinados por grandes empresas tractoras para tratar de conseguir grandes retos tecnológicos.

No tengo duda, este es el tipo de proyecto con el que trabajan más cómodos los Agentes Tecnológicos. También es lógico suponer que este tipo de proyectos permite  a las Administraciones gestionar los programas e incentivos a la I+D+i mucho más fácilmente que si las ayudas se reparten entre muchos más proyectos y empresas. Por otra parte, las grandes empresas, que también están acostumbradas a lo grande, participan más activamente en este tipo de programas dirigidos a resolver sus grandes problemas o  materializar sus grandes oportunidades de mejora competitiva.

Necesariamente, esta tipología de proyectos requiere de importantes recursos destinados a configurarlos, coordinarlos y gestionarlos. Este tipo de actividad no es tecnológica sino gestora, por lo que encaja perfectamente en las capacidades y responsabilidades de las funciones directivas que definen las estrategias de I+D+i.

En definitiva, parece que no hay discusión en que es mejor promover y  participar en 1 proyecto grande que en 10 “pequeños”. Y a partir de este punto, todos a trabajar. Los investigadores y tecnólogos hacen lo que pueden, en ocasiones sobrepasados por las altas expectativas del proyecto. Algunas líneas de trabajo acaban en vías muertas sin posibilidad de continuidad. Algunos “partners” pequeños se distancian del proyecto porque consideran que se aleja demasiado de su actividad del día a día. Otros partners grandes dejan a los agentes tecnológicos  sin supervisión ni directrices para hacer lo que consideren que mejor va a permitir justificar la actividad prevista.

No quiero dudar de que todos los implicados hacen lo mejor que pueden y saben. El problema no está en cómo actuar cuando todos los participantes ya están inmersos en “un gran proyecto”. Son tantas las variables e intereses de este “sistema complejo” que considero casi imposible encontrar un equilibrio de eficacia y eficiencia centrado exclusivamente en los retos tecnológicos. En ocasiones actuamos en escenarios, a sabiendas de que no lo hacemos suficientemente bien, pero con pocas posibilidades de mejorar porque el problema surge de unas decisiones tomadas algunos kilómetros “aguas arriba”.

Pensar a lo grande en Innovación Tecnológica también es adaptar las capacidades y procesos operativos de los Agentes Tecnológicos a las necesidades de nuestro tejido industrial (principalmente PYMES) para hacerlas crecer, sofisticando sus productos, procesos y modelos de negocio. Para ello hay que pensar a lo grande en la capacidad de saber interpretar las necesidades y oportunidades de ese tejido industrial y su encaje con las tendencias tecnológicas y sociales. Y hay que pensar a lo grande en la capacidad de orquestación de organizaciones con capacidades e intereses complementarios. Y hay que pensar a lo grande en la flexibilidad y capacidad de respuesta en el tiempo a esos problemas y oportunidades que debiéramos estar muy interesados en atender.

Pensar a lo grande en Innovación Tecnológica podría ser definir y desarrollar las capacidades para ser extraordinariamente eficaces y eficientes en la identificación de soluciones a los problemas y oportunidades de mejora competitiva de nuestro tejido empresarial.  Y esto no guarda relación con el tamaño del proyecto, ni del cliente, ni del presupuesto. Esto guarda relación principalmente con invertir el 100% de los recursos para innovación tecnológica en capacidades directamente relacionadas con la innovación tecnología.

Si pensamos a lo grande centrándonos en grandes proyectos, incapacitaremos a los Agentes Tecnológicos para adaptarse a las necesidades de la mayor parte de nuestro tejido empresarial, constituido por pequeñas y medianas empresas. Todos sabemos que el cambio de modelo económico pasa por la sofisticación de la actividad de nuestras empresas para ser capaces de generar  mayor valor añadido.

La tecnificación de los productos y procesos de nuestras PYMEs es un gran reto de país que enlaza coherentemente con la voluntad de promover el emprendimiento y la iniciativa empresarial.

No nos quedemos con la interpretación más “cómoda” de “pensar a lo grande”

El retorno de la I+D+i…cuando llegan las elecciones


Albert Einstein dijo: “Si  tuviera una hora para resolver un problema, y mi vida dependiera de la solución, gastaría los primeros 55 minutos en determinar la pregunta apropiada, porque una vez conociera la pregunta correcta, podría resolver el problema en menos de cinco minutos”.

Creo que la anécdota ilustra la importancia de analizar un problema o un reto partiendo de las preguntas que mejor permiten llegar a la raíz de las causas del problema o del reto. Por eso también, la eterna cuestión sobre si hay más preguntas o respuestas. Tengo que sensación de que en las organizaciones siempre vamos directamente a plantear multitud de respuestas o propuestas de solución sin un análisis exhaustivo del problema y sus causas, ambos elementos muy relacionados con las preguntas apropiadas.

Se intuye, y posiblemente los datos refuerzan la percepción, que no amortizamos como la suficiencia que sería de esperar, la inversión en I+D+i. Y si no extraemos de la I+D+i el valor que se espera de ella, se apunta directamente a los agentes de I+D+i. Y esto nos va llevando a hablar de mediocridad de los Centros, de falta de excelencia, de falta de talento, de reducir la inversión, de la falta de correlación entre inversión en I+D+i y rentabilidad, etc. Y así podemos terminar actuando en un espacio totalmente alejado de los problemas y causas reales.

Seguramente, la mayoría de los que trabajamos en I+D+i no somos excelentes pero tampoco por ello somos mediocres. Considero que como la mayoría de las personas y de las organizaciones, estamos en una posición intermedia entre la excelencia y la mediocridad, haciendo un trabajo riguroso, honesto, muchas veces brillante, aunque a veces también nos equivoquemos. Lo que todos intentamos ser, con las capacidades disponibles, es eficaces y eficientes. Y creo que transmitirlo así, nos aporta a los que hacemos el trabajo, más credibilidad que abusar del término “excelencia”.

Existe la percepción de que hay agentes Tecnológicos que solo sirven para consumir dinero público, impidiendo que nuestro tejido empresarial mejore al tiempo que perjudica el desarrollo de otros agentes “no subvencionados” más especializados. Tal y como se describen, parece que sus empleados  (científicos, tecnólogos y personal de apoyo) hacen como que trabajan porque sus ingresos y por tanto sus sueldos, ya los tienen asegurados. Con seguridad, desde dentro no se percibirá así.

Considero que es importante diferenciar entre la mediocridad de los profesionales de la I+D+i y las deficiencias en: 
  • Los modelos de gestión de dichos Centros y la tutela poco implicada que ejercen sus patronos o Consejos de Administración 
  • El diseño de los programas y otros instrumentos públicos para incentivar la R+D+i 
  • La promoción  y financiación temporal de infraestructuras tecnológicas basadas en criterios de clientelismo político o “tacticismo” electoral
Por otra parte, creo que no responde a la realidad esa idea extendida de que las empresas sabrían utilizar con más eficacia y eficiencia esos recursos públicos. La experiencia diaria me demuestra que los Agentes Tecnológicos dedicamos a I+D+i un porcentaje mucho más alto del dinero “público competitivo” recibido, que las empresas, sus centros tecnológicos o los centros y agentes adscritos a Clusters y Asociaciones empresariales.

Muchas empresas ya saben con quienes tienen que contactar en los Centros Tecnológicos, quienes resuelven problemas o aportan nuevos enfoques, quienes comparten su networking, etc. Las que no lo saben o no se preocupan por saberlo, pueden quedar enredadas en esa maraña de actividad corporativa tan fotogénica como ineficiente.