Como salir de ésta (II). Fomento del emprendimiento

Se transmite que para equilibrar nuestra cuenta de resultados podemos actuar sobre el gasto y que nuestra única opción es recortarlo. No se habla de mejorar la eficiencia del gasto, eso requiere analizar y diagnosticar para lo que parece no haber tiempo, sino directamente de recortar. Y puestos a recortar no se empieza por los puestos directivos y administrativos (overhead) sino por los directos.

También se considera que una parte de los ingresos están en nuestra mano porque para ingresar más basta con subir los impuestos, vigilar mejor el fraude fiscal o convertir en fraude fiscal lo que eran actividades de subsistencia (clases particulares, recogida de chatarra, cuidar niños, etc.).

Parece que promover la actividad económica esta fuera de nuestro ámbito de actuación y es responsabilidad de los mercados y de inversores extranjeros a los que les caigamos bien y se les ocurra invertir aquí su dinero. Pues no es así. Promover la actividad económica también es cosa nuestra y en el contexto actual es la única solución viable.

El modo más barato de fomentar el emprendimiento es no hacer nada que lo obstaculice. Y más vale que lo hagamos preferentemente en actividades intensivas en conocimiento, de lo contrario estaremos intentando competir con las economías emergentes. La receta es muy simple, Sres. de la Administración, por favor no hagan nada que dificulte la generación de empresas. Es más, no hagan nada, solo deshagan lo que han hecho mal.

Se ha hecho mal lo siguiente:

- Convertir el sector del conocimiento en un sector intervenido, dirigido por un entramado de intereses políticos y empresariales. ¿Quién va a querer crear una empresa que debe competir con otras vinculadas directa o indirectamente a las Administraciones o a políticos en activo? Formación, consultoría, innovación, etc. son actividades llevadas a cabo en un contexto distinto al libre mercado.

- Repartir subvenciones e incentivos a empresas que subsisten en el mercado solo gracias a esas subvenciones cerrando el paso a iniciativas empresariales, de verdad competitivas.

- Subvencionar e incentivar tecnologías emergentes porque si lo son de verdad, el mercado les ofrece todas las oportunidades para autofinanciarse. En estos momentos, los sectores y tecnologías emergentes conviven con la paradoja de no ser líneas de diversificación en las que las empresas piensen preferentemente. Esto sucede porque su factibilidad se considera demasiado ligada a decisiones políticas y este es un elemento de riesgo que los planes de negocio no digieren bien.

- Percibir la promoción del emprendimiento como una fuente de recaudación de impuestos en lugar de cómo un medio de desarrollo económico de la sociedad.

- Financiar semilleros de empresas adscritos a organizaciones que no viven del emprendimiento ni son su elemento de supervivencia.

- Exigir requisitos administrativos no requeridos por el emprendedor (disponer de un plan de negocio avalado por tal o cual empresa consultora).

- No controlar los premios fantasma a "la idea innovadora" que en el mejor de los casos se diseñan para el silo de ideas de su promotor o recompensar un una "beca" a alguno de los alumnos.

- Generar un marco regulatorio muy complejo y exigente (pero solo al comienzo porque después desaparece el control).
Debe subvencionarse aquello que no puede ser directamente transformable en valor económico (soluciones a necesidades sociales y ambientales, investigación básica, sistema educativo, etc.)

La subvención fomenta la falta de competitividad, la falta de espacio para el emprendimiento, las ineficiencias, los costes indirectos y las "burbujas". En casi todos los sectores empresariales hay grandes empresas que se sienten más cómodas manejando influencias políticas que elementos reales de competividad. De aquí el hecho de que las empresas españolas innoven menos de lo que sería de suponer. No lo hacen porque no lo necesitan, dado que obtienen otras ventajas que, aunque desfavorecen la sofisticación de nuestra economía y nos aproxima a la estructura laboral de los países de las economías emergentes, mejoran su competitividad aparente.

Por consiguiente, la falta de emprendimiento en nuestro ámbito socioeconómico además de responder a razones individuales, sociales o culturales (falta de ambición, seguridad, rechazo al riesgo) se agudiza por la forma en las administraciones tratan de "ayudar"

Se percibe la ayuda al emprendimiento como el sostenimiento del negocio de la ayuda al emprendimiento. Del mismo se puede percibir la ayuda a la Innovación, teniendo en cuenta el retorno de las inversiones, como el sostenimiento de la actividad de Fomento de la Innovación. Tal y como hasta ahora se está manejando la promoción de ambas actividades, cuando unimos los dos elementos (emprendimiento + innovación) multiplicamos el factor de ineficiencia.

El sector del conocimiento es economía real y debe de ser tratado como tal. Existe capacidad de emprendimiento y conocimiento en actividades innovadoras con capacidad de generar valor, solo falta el contexto de libre mercado favorable.

Si el mercado no premia al que puede ofrece el mejor producto o servicio al mejor precio es porque hay demasiados elementos que distorsionan el libre mercado y en estas condiciones no habrá emprendimiento. Si los proveedores de productos o servicios tecnológicos no son los mejores posibles, nuestro tejido productivo no se desarrollará como debiera.

Refundación del capitalismo... y del sindicalismo

Vivimos tiempos en los que se cuestiona, desde muchos ámbitos, la viabilidad el estado del bienestar como objetivo universal.

Cuando comenzó esta crisis se acuñó la expresión "refundar el capitalismo" y se está llevando a cabo. Pero no como la mayoría hubiera pensado sino exactamente a la inversa. Más diferencia de clases, más desamparo hacia los desfavorecidos y más injusticia social. Todo ello, para modificar los actuales indicadores macroeconómicos.

En este contexto, los sindicatos y el marco de relaciones laborales en el que llevan a cabo su actividad, es considerado parte y beneficiario del actual sistema político.

El mantenimiento del actual status de los sindicatos y respeto de los convenios colectivos firmados es una batalla casi totalmente perdida. Con la Excel en la mano es incuestionable que los derechos y condiciones laborales no pueden ir por un lado y los resultados económicos de las empresas por otro.

Hasta ahora, tanto sindicatos como empresarios estaban de acuerdo con el papel que cada uno jugaba. Los sindicatos justificaban su actividad circunscritos al ámbito de los derechos y condiciones laborales. Los empresarios dirigían sin transparencia ni participación, sin implicación de los empleados en las decisiones más estratégicas y sin excesiva preocupación por los aspectos profesionales.

Cuando los sindicatos están a punto de perder el último ápice de su protagonismo, se perciben instalados en la parálisis y sin alternativas. Parece que están pensando solo en salvar los muebles (sus intereses particulares). No transmiten ni una sola propuesta al actual estado de cosas salvo reivindicarse como lo que siempre han sido.

La huelga como elemento de presión es un vestigio del pasado, cuando una hora no trabajada era dinero perdido por el empresario. En estos momentos, una hora no trabajada y no pagada, es en muchos casos un regalo para el "patrón".

Los convenios colectivos perderán su vigencia y los asalariados no habrán obtenido nada a cambio (tampoco la seguridad de su puesto de trabajo). A pesar de que los hechos demuestran que los gestores de alto nivel se han hecho merecedores de estar estrechamente controlados, no se plantea ninguna propuesta de incremento de la transparencia en la gestión, ni de proporcionalidad en el reparto de beneficios y salarios, ni de participación de los colectivos sociales en la toma de decisiones. Parece que los sindicatos reniegan de comprometerse con la realidad empresarial que les rodea y que prefieren seguir instalados en una actividad meramente justificativa. Del mismo modo, a la dirección o a la propiedad no les interesa potenciar el nivel el compromiso de los empleados, ni su calidad de vida, insistiendo en que la mano se obra pueda ser gestionada con un recurso equivalente a la energía o al agua.

Existen y funcionan muy bien otros modelos económicos y de relaciones laborales orientados al beneficio colectivo y no al individual pero exigen altas dosis de honestidad por parte de todos. Y claro, esto es mucho pedir a nuestro contexto y cultura.

Sin la dosis suficiente de honestidad y prioridad de lo colectivo respecto a lo individual, flotaremos durante años llevados por la marea, gestionando exclusivamente elementos de supervivencia. Nosotros decidimos.