El
sistema vasco de I+D+i, constituido por numerosos agentes de diferente adscripción, ha gozado de un merecido
prestigio. La Administración Vasca ha apoyado
decididamente la I+D+i aportando recursos económicos,
tanto a los agentes tecnológicos, como a las empresas. El
crecimiento del Sector del Conocimiento ha generado importantes retornos económicos de la Comisión Europea y apoyado el
desarrollo tecnológico del tejido industrial. De
todo ello, quedan unos ratios de inversión en I+D y de personas
dedicadas a la investigación homologables con Europa. El
empeño bienintencionado en promover
la I+D, unido a ”inevitables” intereses políticos, en ocasiones muy
territorializados, ha llevado a disponer de una oferta tecnológica con líneas de trabajo no siempre
complementarias y unas capacidades superiores a las que pueden absorber nuestro
tejido económico. Por consiguiente ha sido
una necesidad exportar I+D, fuera del ámbito vasco.
Pero el
contexto económico ha cambiado. La profunda
y larga crisis económica está erosionado el tejido industrial (desapareciendo empresas y
reduciendo su capacidad de inversión). Al mismo tiempo, la
Administración Vasca ha reducido los
recursos destinados a la I+D. La Administración
Central y otras Administraciones Autonómicas, prácticamente, han eliminado los incentivos más atractivos. El último Programa Marco Europeo
ha terminado y puede que durante este año, no haya ninguna llamada del nuevo. Por otra parte, al
ser la Comisión Europea casi la única fuente de financiación
de proyectos de I+D para una gran parte de los países
europeos en crisis, es razonable pensar que la probabilidad de aprobar
proyectos disminuya al aumentar mucho el número de proponentes.
En este
nuevo escenario, las estructuras tecnológicas comienzan a resentirse. Es
previsible que algunos de los Agentes Tecnológicos
dependientes de los recursos privados, también
comiencen a padecer las inclemencias de la tormenta económica.
Durante
los años de bonanza, las
Administración ha fomentado los grandes
proyectos, de grandes presupuestos, con grandes empresas o en consorcio. La
motivación por lo grande ha podido
tener que ver con la decisión de reforzar la
competitividad de las empresas ya más fuertes y también como modo de simplificar la gestión y administración de las ayudas. Alrededor de
la necesidad de coordinar y gestionar grandes proyectos, algunos Agentes han
generado pesadas estructuras indirectas. Posiblemente, existen desequilibrios entre la actividad
tecnológica y la actividad indirecta
y de gestión, que penaliza la eficiencia
y la generación de valor, imprescindibles
para competir en mercados internacionales o en el mercado nacional sin ayuda pública.
¿Y ahora qué? ¿Es posible adaptarse al nuevo
contexto sin contraer el tejido tecnológico? La opción más sencilla es, por supuesto,
redimensionar las plantillas a la nueva capacidad de contratación de los centros. Para ello, durante un tiempo, una parte del presupuesto para hacer I+D+i se emplearía en financiar despidos. En un ambiente de miedo al
despido se activan los comportamientos
de supervivencia más individualistas, que hacen
disminuir la eficacia y eficiencia de una actividad que necesita del trabajo en
equipo. Por otra parte, los perfiles profesionales despedidos difícilmente accederían, en nuestro ámbito, a puestos de trabajo similares. Se incrementaría el infraempleo y la emigración. Estos dos procesos empobrecerían el valor patrimonial de nuestra sociedad, al disminuir
el valor de uno de nuestros intangibles (profesionales formados y
experimentados en actividades de alto valor añadido)
y reforzaría a nuestros competidores
regalándoles una parte de nuestros
profesionales. Por consiguiente, el redimensionado de plantillas sirve para
justificar la cuenta de resultados de los centros, pero no es bueno para los
intereses generales de país.
Estoy
convencido de que, a pesar del escenario negativo, el sector del conocimiento
puede y debe mantener intactas sus capacidades poniéndolas, más si cabe, al servicio de
nuestro tejido productivo.
En el
actual contexto, hay que llevar a cabo la necesaria liposucción de actividad indirecta
alejada de la tecnología que haga mejorar
ineficiencias, que ya no podrán ser compensadas con ayudas públicas directas. Será necesario evitar perder cuota
de contratación en proyectos europeos, a
pesar de aumentar la competencia. El histórico nos demuestra que hemos
sabido sumarnos a consorcios y coordinar Proyectos Europeos. Es más, realmente hemos sabido cumplir el objetivo que hace unos
años nos propusimos; centrarnos
en grandes proyectos de I+D traccionados por grandes empresas en las temáticas definidas a nivel europeo y nacional. Ahora
necesitamos cumplir un segundo objetivo, y podemos hacerlo igual o mejor que el
primero; centrarnos en las necesidades técnicas del día a día del tejido industrial local y
evitar que desaparezca haciéndolo crecer y tecnificarse.
Es
necesario reaprender a trabajar en proyectos pequeños o muy pequeños, con igual o mayor eficacia y eficiencia que en
los grandes. Es necesario dar peces, más que enseñar a pescar. Debemos ser la nube no virtual de Recursos Tecnológicos
a disposición de las empresas. La PYME y
la microPYME son estadios mucho más avanzados, de cara al
desarrollo económico, que el emprendedor. Si
la idea del emprendimiento es clave, mucho más
debe serlo la del desarrollo de las empresas ya constituidas. Debemos “directizar”, poniendo al servicio de
nuestros clientes, nuestra fuerza comercial,
capacidad de networking y de influencia en el mercado. Debemos innovar
en lo organizacional para mejorar nuestra competitividad, adaptabilidad y
agilidad, promoviendo modelos de gestión participativos que minimicen
las necesidades de supervisores, controladores y gestores. Debemos promover la
creatividad y el intraemprendimiento, derribando barreras organizativas en
lugar de levantarlas. Hay que buscar la innovación
radical sin olvidar la incremental. Debemos
aproximarnos mucho más a la realidad industrial.
Debemos prepararnos para participar en proyectos de riesgo / beneficio
compartido y en otras formas de cobro, como la participación en empresas. Y por encima de todo, debemos ser expertos
productores de Tecnología Aplicada. Los procesos
internos de un Centro tecnológico deberían estar más próximos a los de una actividad
manufacturera, que a los de una empresa de servicios. Debemos abrirnos a la
sociedad no solo empresarial, sino también educativa y emprendedora.
En definitiva, se identifican numerosas
alternativas, aun no explotadas, de optimización
de la competitividad interna. Es un hecho que la creatividad
dirigida a innovar es el principal elemento de generación de valor en las empresas de economías desarrolladas. Y la innovación tecnológica es uno de los frentes
para los que estamos especialmente capacitados. Solo nos falta aplicar mucha
innovación organizacional.
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