Surge continuamente la necesidad de diferenciar entre I+D
e Innovación.
Vivimos tiempos de grave crisis económica y de necesidad de destinar los escasos recursos económicos a
actividades que garanticen el retorno de la inversión en
forma de mejora competitiva, de empleo o de PIB.
En este contexto, muchos perciben la I+D como una
actividad generadora de conocimiento
demasiado alejada del mercado, de largo plazo de amortización, con
alto riesgo técnico y
orientada en ocasiones a necesidades sociales para las que no existen clientes
ni proveedores.
Por otra parte, se considera Innovación aquella
actividad con una clara orientación al mercado y repercusión directa sobre la competitividad de una empresa o sector
económico. Se
dirige al desarrollo de nuevas o mejores prestaciones en materiales o productos
o a mejorar la eficiencia de los procesos de fabricación o de
las metodologías y
herramientas de diseño.
Si esto fuera así y existiera demanda de Innovación que no
puede ser atendida porque los recursos de nuestros agentes tecnológicos
están ocupados en hacer I+D, podría ser necesario reorientar una parte de esos recursos
ocupados en investigación básica hacia la investigación aplicada. Pero, ¿consideramos, de verdad, que en España el peso
de la actividad de I+D respecto al de la Innovación es un lastre para su pronta recuperación económica?
Estoy convencido de que no es así por dos razones principales:
1. No existe demanda nacional de innovación
suficiente para todos nuestros investigadores.
2. Muchos proyectos financiados con programas de
incentivación a la
I+D, con criterios de legibilidad de carácter
pre-competitivo, son realmente proyectos de Innovación e
incluso de ingeniería “camuflados”.
Ojalá tuviéramos un
tejido empresarial que demandara I+D e i hasta el punto de requerir de listas
de espera. Pero realmente, en los últimos 15 años se percibe que ha ocurrido todo lo contrario. Los centros tecnológicos,
agencias de innovación, clusters y plataformas han proliferado a un ritmo muy
superior al que demandaba nuestro mercado, siempre al amparo de intereses políticos muy
territorializados, Quiero pensar que los objetivos eran bien intencionados,
pero las consecuencias son inviabilidad económica de muchos centros, duplicidad de especialidades
tecnológicas y
de equipamientos y consumo de dinero en hacernos la competencia entre nosotros.
Por otra parte, muchos de los programas que cofinancian
I+D requieren de empresas o consorcios que los lideren y que subcontraten a las
universidades o centros de investigación. Para que esto sea posible, las temáticas de
los proyectos deben tener relación con las necesidades de, al menos, el medio de plazo de dichas
empresas. Estas necesidades no suelen guardar mucha relación con lo
que llamamos investigación básica o pre-competitiva. Por otra parte, es habitual que
cualquier agente tecnológico disponga de las herramientas específicas
para hacer innovación y desarrollo de producto y procesos (CAD, CAE y CAM), certificación y ensayo, análisis de fallos, formación, etc..
En definitiva, desde mi punto de vista, a pesar del difícil
contexto económico, no
creo que haya que desmontar infraestructuras tecnológicas ni
desmotivar o disolver equipos de investigación porque hagan investigación básica, si realmente no tendrían la oportunidad de hacer investigación
aplicada o innovación. ¿Preferiríamos reconvertirlos en camareros o crupieres.. o
enviarlos a Alemania?
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