Los datos, así en genérico, vuelven a estar de moda. En esta
época post-taylorista, el dato pretende ser el paradigma de la razón y la
objetividad. “Lo que no se mide no se puede gestionar”, “los números hablan por
sí mismos”, “el poder del BigData”, “el Plan de Negocio que debe de acompañar a
las ideas” o los científicos del dato (con todo mi cariño para ellos) se
consideran verdades de sentido común. Sin duda son de sentido común.
En los modelos de gestión por procesos, los datos son
aportados por los empleados mediante un sistema de palo y zanahoria. Cuanto
mejor se corresponda el dato aportado con lo que espera el solicitante, mejor
valorado estará el generador del dato. Con ello, una gran parte de la
Organización se orientará a justificar los datos. Otra parte de la
Organización, los gestores, se ocupan de interpretar esos datos en una espiral
totalmente inútil.
Sin datos no existirían Directores, gestores o
administradores y sin éstos, en el actual paradigma, no existirían empresas. Por
lo tanto, datos y gestores se retroalimentan. Los emperadores, reyes,
generales o Directores se consideran figuras irremediablemente ligadas
a la historia de la humanidad e imprescindibles cuando la especie humana
convive en sociedad. Es decir, convivimos con el paradigma de que los humanos, por
naturaleza, nos debemos de organizar de manera jerárquica porque siempre ha
sido así y siempre lo será. Demasiados gurús de la consultoría sienten, por
pura supervivencia, que el Directivo debe de existir porque es su interlocutor
y en última instancia quien firma la compra de sus servicios. El mundo
académico se encarga de asimilar la estrategia empresarial con la estrategia
militar y las grandes batallas.
Demasiadas verdades de sentido común,
demasiadas paraciencias y en definitiva demasiadas barreras a la evolución solo
para salvaguardar un modelo social y empresarial por parte de los que se sienten
más cómodos en él. Los resultados no llevan casi nunca a cuestionar el modelo,
solo a modificar algunos indicadores.
El almacén de datos (la Excel o la Nube) alimenta el “Cuadro
de Mando Integral” o interface que hace sentir al gestor la ilusión de estar
dirigiendo su Organización sin necesidad de conocer y hablar con las personas.
Incluso sin necesidad de verlos por el espejo retrovisor. Las personas pueden
desaparecer, convirtiéndose definitivamente en un recurso más, como la energía
o la línea telefónica. Por fin, el “Departamento de Recursos Humanos” puede ser
así nombrado con propiedad. En ningún momento se define un indicador que mida
lo mal que funciona de Cuadro de Mando Integral porque esta posibilidad no
existe.
Pero...¿y si cambiáramos de paradigma?