El complicado mundo de la transformación de ideas en valor

Aunque la cultura y dinámicas de innovación en las organizaciones es mucho más que las sesiones de generación de ideas, estas aportan o deben aportar lo esencial, muchas y buenas ideas en poco tiempo con las que llenar nuestro silo para irles dando un tratamiento posterior.

Hace unos días participé en unas jornadas de generación de ideas en las que interveníamos conjuntamente empleados de una gran empresa española y de un Centro Tecnológico también grande. En total éramos unas 20 personas. La combinación de diferentes perfiles profesionales, campos de especialización técnica y área de trabajo, generaba el caldo de cultivo apropiado para experimentar una dinámica y esperar unos resultados interesantes.

El primer objetivo de estas  jornadas “promover nuevos canales de comunicación,  transmisión de necesidades y  aproximación a la realidad industrial de la empresa”  quedo claramente cumplido. Si las empresas deben innovar, necesitan hacerlo colaborando con los agentes tecnológicos y todas sus capacidades.  Pero para ello, hay que conocerse del modo más directo y profundo posible. Los formatos de participación colectiva, tanto con una sola empresa o con un grupo de empresas,  puede reducir u optimizar la actividad comercial, los costes y actividad indirecta asociados.

Si el segundo objetivo de la actividad y de carácter más tangible, era generar el mayor número posible de ideas, no obvias, novedosas, bien alineadas con los activos y retos prioritarios de la empresa, con una factibilidad técnica y económica preliminar razonable y que nos hicieran sentir a todos que podían ser transformadas en  VALOR  puede que los resultados fueran un poco más “decepcionantes”.

Los resultados no son decepcionantes cuando las expectativas no son muy altas. Y nos hemos acostumbrado a que no lo sean. El tratamiento que habitualmente se da en la empresa a las actividades de generación de ideas (metodología, contexto, participantes, objetivos, seguimiento y continuidad, etc.) es más bien lúdico, “soft” y poco exigente. Quizás ésta sea una de las razones por las que la innovación no es considerada un elemento real de mejora competitiva. No existe un número suficientemente representativo de casos  que ilustren o demuestren esta verdad de sentido común. Y deberemos admitir que esto sucede porque generalmente no hacemos bien el proceso de  combinar voluntad, metodología, conocimiento, creatividad y motivación para obtener eficaz y eficientemente ideas innovadoras. Aquí reside una gran parte de la “magia” que transforma las ideas en innovación y ésta en valor.

Considero que a estas alturas del siglo XXI y en nuestro contexto socio-económico no debería ser necesario insistir en la importancia de la innovación y el conocimiento como fuente esencial de creación de valor. Esto es así cuando se debe competir en el mercado con una actividad no protegida, en condiciones de libre competencia sin una posición claramente dominante y que aspira a ser sostenible en el  tiempo. Soy consciente de que hay muchas organizaciones que no cumplen con los elementos mencionados  y por consiguiente innovar no es determinante para ellas. Pero para el resto, sí.

En ámbitos socio-económicos desarrollados, la necesidad de diferenciación de la competencia y adaptación a los cambios sociales, políticos, económicos, sectoriales y tecnológicos, requiere de una elevada sofisticación, soportada principalmente en el conocimiento individual - colectivo y el modo de gestionarlo. Todos los elementos que intervienen en esa gestión son necesarios y no se compensan unos con otros. Pondría el ejemplo de un teclado al que le falta una letra. Para conseguir un texto correcto, las demás teclas no pueden compensar la ausencia de una de ellas. El conocimiento técnico, la metodología de trabajo aplicada, las voluntades, motivación y rasgos personales de los participantes deben estar inequívocamente orientados hacia el mismo objetivo. Si algo de esto falla, puede echar por tierra todo lo demás.

Desde mi experiencia personal, lo que habitualmente falla más es:
  • Expectativas y nivel de exigencia
  • Descompensación entre debate de ideas y restricciones de la metodología y dinamización aplicada
  • Preparación previa (Nomenclatura, análisis de focos o tendencias, estructuración de la información)
  • Intereses y liderazgos personales o funcionales de los participantes
  • Selección de los participantes demasiado mediatizada por su posición jerárquica en lugar de por su actitud/aptitud para un proceso de generación de ideas.
  • Incorrecto flujo  desde las ideas que trae cada participante hasta la generación de nuevas ideas pasando por el proceso espontaneo y deductivo de enriquecimiento de dichas ideas
  • Insuficiente explotación de la inteligencia colectiva
  • Valoración o priorización final de ideas, poco rigurosa
Urge insistir en promover muy en serio la innovación social, organizacional y tecnológica como única salida real de la crisis sin perder bienestar y “calidad de vida”.

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