Innovación, competitividad, felicidad

Por más que intento identificar y extraer de los aspectos tecnológicos, metodológicos y herramentales las claves para generar en las actividades intensivas en conocimiento, valor sostenido eficaz y eficientemente, siempre termino en los aspectos organizacionales, personales y éticos más próximos a la emoción que a la razón.

Mucho me temo que es en el ámbito de los anhelos personales y no en el de los objetivos empresariales donde se juega la verdadera batalla de la competitividad.

Percibo que estamos consumiendo desmesurados recursos en definir estrategias, planificar, controlar, gestionar personas, hacer roadmaps, dibujar organigramas y elaborar procedimientos. Y al mismo tiempo, dedicamos muy poca atención a saber cómo conseguir  que las personas sean felices en su trabajo, residiendo aquí el mayor potencial de mejora radical. Parece que aceptamos como una verdad de sentido común que el trabajo no es el lugar para ser felices o que esto es incompatible con la eficiencia. Tal vez esta percepción sea de sentido común, pero no está claro que sea verdad.

Sí es verdad que:
  • Las personas dan lo mejor de sí mismas cuando lo que hacen es por placer
  • Nos encaminamos hacia una sociedad en la que la vida personal y profesional están cada vez más interconectadas y que por ello el sentido de la vida personal se extiende al de la vida laboral

Por consiguiente, considero que se hace necesario transitar de los conceptos más propios de la gestión de las organizaciones hacia los más emocionales (placer, fluir, motivación, sentido, autogestión, creatividad, etc.). Seguro que no funciona con el 100% de las personas pero igual sí  lo consigue con el 50%. ¿Iniciamos este camino o seguimos compitiendo con las economías emergentes y los anhelos personales de sus habitantes?

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