Entre el exhibicionismo y la implicación

Personas a las que aprecio, definen mi predisposición a opinar en reuniones o en redes sociales como tendencia al exhibicionismo. Confío en que con ello no se refieran a las acepciones más negativas del término. Seguramente, la réplica aludiendo a mi implicación y compromiso con las causas o temáticas que me ocupan y preocupan, esté demasiado escorada hacia el extremo contrario.

En cualquier caso, teniendo en cuenta la falta de cultura participativa de nuestra sociedad, creo que sería un mal menor asumir el riesgo de convertirnos en exhibicionistas.

El desentendimiento de los asuntos que nos afectan está muy bien aceptado por la sociedad y las organizaciones. No hablar, no participar, no aportar, es una opción tan válida como hacer lo contrario. Parece que están al mismo nivel. Es más, la opinión en público (no en la máquina de café con los colegas) suele asociarse a intereses individuales, ganas de dar la nota, hacer la pelota, transmitir negatividad o exhibicionismo. El saber popular identifica muchas más razones para no participar que para hacerlo.

Pues ni mucho menos debería ser esto así. Salvo que la no participación sea una postura activa de desacuerdo o boicot, deberíamos penalizarla. Penalizar la no participación es un paso para avanzar y promover las sociedades y modelos de gestión participativos.

No confundamos este asunto con esa otra expresión tóxica propia de algunas organizaciones promotoras de la no participación: “No acepto ningún problema sin propuesta de solución”

Menos QUÉs y más CÓMOs


El panorama está claro. Las empresas cierran o reducen producción, cae el empleo, se incrementan los impuestos, se recortan las ayudas y la inversión pública. Con todo ello, disminuye la creación de valor, se contrae el consumo y el sector servicios y se recaudan menos impuestos en una espiral que se retroalimenta convirtiéndose en un huracán que destruye todo a su paso.

Ante esta situación ¿por qué nos empeñamos en confundir la solución de los problemas con el objetivo que pretenden cumplir?. ¿Por qué cuando nuestra empresa entra en números rojos decidimos que hay que facturar más, obtener más valor añadido, ser más eficientes o impulsar la actividad comercial? ¿Por qué cuando el país está al borde de la bancarrota insistimos en que hay que promover el emprendimiento, cambiar el modelo productivo o mejorar la competitividad? Por qué los verbos siguen conjugándose en reflexivo o en tercera persona?

A estas alturas todo esto son obviedades. Ahora toca hablar, aportar ideas, desarrollar modelos y metodologías, difundir propuestas, formar e informar, identificar activos materiales e inmateriales sobre CÓMO:
  • Contratamos más
  • Generamos más valor añadido
  • Mejoramos la eficiencia
  • Impulsamos la actividad comercial
  • Promovemos le emprendimiento
  • Cambiamos el modelo productivo
  • Aumentamos la competitividad
Es cierto que la Real Academia de la Lengua recoge que solución es el desenlace o término de un proceso. Pero entonces ¿cómo denominamos al proceso para conseguirlo?

Algunos de los CÓMOs deberían tener en cuenta que:
  • La implicación y participación de todos en la búsqueda e implantación de soluciones no debe ser una opción sino una obligación.
  • Debemos plantear objetivos y acompañarlos del proceso para conseguirlos.
  • Debemos proponer cambios de calado que afecten al mayor número posible de personas. Nada cambia haciendo lo mismo de la misma forma. Ninguna propuesta de solución consigue mejoras importantes si afecta a un número pequeño de personas.
  • Tenemos que conseguir que las élites no representen la principal resistencia al cambio.
  • Debemos equivocarnos algunas veces para terminar acertando. Por ello, los modelos de gestión deben ser altamente flexibles y de baja inercia.
  • La planificación, la estrategia, la supervisión y el control son actividades a minimizar o eliminar cuando se convierten en freno.
  • La innovación, la motivación, la responsabilidad, el interés colectivo frente al individual y la identificación de las mejores capacidades de cada persona son objetivos a maximizar.
  • La razón de ser o el sentido de la vida o/y del trabajo deben tener un claro reflejo en los procesos que abordamos cada día

    Este es el punto de partida y no el resultado de una análisis para superar la crisis.