Refundación del capitalismo... y del sindicalismo

Vivimos tiempos en los que se cuestiona, desde muchos ámbitos, la viabilidad el estado del bienestar como objetivo universal.

Cuando comenzó esta crisis se acuñó la expresión "refundar el capitalismo" y se está llevando a cabo. Pero no como la mayoría hubiera pensado sino exactamente a la inversa. Más diferencia de clases, más desamparo hacia los desfavorecidos y más injusticia social. Todo ello, para modificar los actuales indicadores macroeconómicos.

En este contexto, los sindicatos y el marco de relaciones laborales en el que llevan a cabo su actividad, es considerado parte y beneficiario del actual sistema político.

El mantenimiento del actual status de los sindicatos y respeto de los convenios colectivos firmados es una batalla casi totalmente perdida. Con la Excel en la mano es incuestionable que los derechos y condiciones laborales no pueden ir por un lado y los resultados económicos de las empresas por otro.

Hasta ahora, tanto sindicatos como empresarios estaban de acuerdo con el papel que cada uno jugaba. Los sindicatos justificaban su actividad circunscritos al ámbito de los derechos y condiciones laborales. Los empresarios dirigían sin transparencia ni participación, sin implicación de los empleados en las decisiones más estratégicas y sin excesiva preocupación por los aspectos profesionales.

Cuando los sindicatos están a punto de perder el último ápice de su protagonismo, se perciben instalados en la parálisis y sin alternativas. Parece que están pensando solo en salvar los muebles (sus intereses particulares). No transmiten ni una sola propuesta al actual estado de cosas salvo reivindicarse como lo que siempre han sido.

La huelga como elemento de presión es un vestigio del pasado, cuando una hora no trabajada era dinero perdido por el empresario. En estos momentos, una hora no trabajada y no pagada, es en muchos casos un regalo para el "patrón".

Los convenios colectivos perderán su vigencia y los asalariados no habrán obtenido nada a cambio (tampoco la seguridad de su puesto de trabajo). A pesar de que los hechos demuestran que los gestores de alto nivel se han hecho merecedores de estar estrechamente controlados, no se plantea ninguna propuesta de incremento de la transparencia en la gestión, ni de proporcionalidad en el reparto de beneficios y salarios, ni de participación de los colectivos sociales en la toma de decisiones. Parece que los sindicatos reniegan de comprometerse con la realidad empresarial que les rodea y que prefieren seguir instalados en una actividad meramente justificativa. Del mismo modo, a la dirección o a la propiedad no les interesa potenciar el nivel el compromiso de los empleados, ni su calidad de vida, insistiendo en que la mano se obra pueda ser gestionada con un recurso equivalente a la energía o al agua.

Existen y funcionan muy bien otros modelos económicos y de relaciones laborales orientados al beneficio colectivo y no al individual pero exigen altas dosis de honestidad por parte de todos. Y claro, esto es mucho pedir a nuestro contexto y cultura.

Sin la dosis suficiente de honestidad y prioridad de lo colectivo respecto a lo individual, flotaremos durante años llevados por la marea, gestionando exclusivamente elementos de supervivencia. Nosotros decidimos.

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