Qué leen, estudian y aplican nuestros directivos para tomar decisiones?

Habilidades directivas y cultura empresarial son conceptos reseñados en numerosas ocasiones para explicar por qué las organizaciones no hacen lo que deben hacer para mejorar su competitividad. Pero también en demasiadas ocasiones, estas conclusiones se perciben principalmente como justificación y no tanto como la explicación que aporta información valiosa al colectivo analizado. De hecho, es habitual que, tras un diagnostico que concluye refiriéndose a las habilidades o cultura empresarial de una organización, ésta haga caso omiso de las recomendaciones y tal vez busque otros asesores más dispuestos a responder lo que su cliente quiere escuchar.

Desde mi percepción, la sociedad ha asumido que a las funciones no directivas se les exija, para producir unos resultados fiables, conocimiento demostrable, procedimientos operativos y trazabilidad en las conclusiones. Sin embargo estos mismos principios no son exigidos a las funciones directivas. Aceptamos que en gestión directiva lo que se aplica, en el mejor de los casos y más allá de lo que nos pide nuestra condición humana, es intuición y experiencia.

El reparto de roles está por consiguiente muy desequilibrado. Al personal operativo se le exige estar capacitado y seguir los procedimientos de trabajo que permitirán verificar las razones por las que la calidad de su actividad no ha sido la esperada. Sin embargo las funciones directivas solo ofrecen al resto de colectivos confianza en su saber hacer. Y alrededor de la confianza se desarrollan formas de gestión no transparentes, no participativas y en demasiadas ocasiones no efectivas. De este modo, finalmente, frente a la responsabilidad, la vocación de servicio a la empresa y el trabajo bien hecho toman el control de la actividad directiva la búsqueda del poder, la ambición, el deseo de adulación, etc. A la mayoría de las personas, ante la falta de exigencia por parte de nuestros interlocutores, clientes o proveedores, jefes o subordinados nos ocurría lo mismo.

Por consiguiente, por el bien de la salud personal y profesional de los colectivos directivos, operativos y de las organizaciones en las que desarrollan su actividad profesional, todos deberíamos implicarnos en promover modelos de gestión y acciones de control 360 grados que eviten la tentación de caer en prácticas viciadas y viciosas.

Desde la Innovación social se hacen continuos llamamientos a la participación ciudadana en los espacios que hasta ahora solo ocupan los políticos. Los hechos han demostrado a lo largo de la historia de la humanidad y siguen demostrando en el siglo XXI que quien detenta todo el poder abusa de él en perjuicio del interés general.

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